jueves, 25 de septiembre de 2008

Enero de Recuerdos Roidromicos

No quiero decir adiós,
no quiero despedir la noche,
ni el breve instante de misterio
que se esconde tras la proyección de una pasión,
en el cuarto oscuro de ojos espectantes,
donde el arte se vuelve evación ,
donde la imagen es inmóvil y a la vez inmortal,
donde ese mundo paralelo en la pared, nos regala un respirar.

No quiero dejar de embriagarme de poesía,
de hacer literatura sentada en la húmeda calle
con un pan en la mano y presenciando el majestuoso concierto que imparte la lluvia.

No quiero alejarme del estruendoso silencio
de una imagen distante
que se ancla a mi alma
por el instante que su mirada
regaló a mi presencia y se detuvo en mi rostro.

No quiero decir hasta luego o hasta pronto
porque es bana mentira, que amortigua el dolor de alejarme
del humo cubierto de canciones viejas que reclaman libertad,
de la insulsa esperanza de un mundo sin limites
de la mirada ilusa, que torna hermoso un paisaje sangriento,
de las palabras de un filósofo que prefiere ser poeta,
y me recuerda que la fortuna es que hay todo por hacer.

No quiero decir adiós, al caminar descalzo,
al vestir sencillo, al sueño del mendigo santo,
a la vida liviana y a la exigencia de autodeterminación.

No quiero dejar las blancas paredes
que corroen conciencias,
ni el romance patético de la tenue luz del farol,
no quiero abandonar los espacios donde la soledad
apremia con el batir de las alas,
y donde lo anodino no se a vuelto vital.

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