jueves, 25 de septiembre de 2008

Julio Cansado

Yerta la vida
bajo la espada del tiempo
yertos tus ojos entre las sombras
del humo espeso que envuelve tu cuerpo,
como túnica de momia que conserva a un muerto.

Mas tú dirás con tus elocuentes discursos
y manías de sabio incomprendido,
que yo soy la muerta
con fugaces lapsos de vida,
y yo no hallaría objeción.

Me es indiferente,
todo cuanto pesa,
es el helado tiempo,
es tanto, tanto, tanto adiós
adiós a la herratica familia,
al angel que mi sangre comparte
al romance patético de unas viejas calles
y unos cuantos caminos,
a mi progenitor
con toda su desidia
y su duro corazón
a su sopa de ají,
al sueño no consumado
y a una desconocida pasión.

Todo cuanto pesa,
ya no es tú tan enjuiciada
caminata monótona
de maniquis con sangre.

Es la lucha cansada de un corazón oxidado
la lágrima de un santo,
un estigma, una úlcera , un dolor
en la belleza incorrupta de mi madre,
es su fortaleza de esfinge.

Todo cuanto pesa
son los herrumbres recuerdos,
los juicios implacables
de acciones mal trechas,
del perdón que no otorgo
a mi reflejo,
a todo lo mancillado
que existe en mi cuerpo.

Es el caldo de todo eso,
resonando en el silencio,
en la soledad incauta
que encausa a la demencia,
roída por el sueño,
por la esperanza,
por la espera,
la espera, la espera,
por otra vez el tiempo.

¿Quien estará más muerto?

Un cambio de sangre
después de tanto cambio,
un cambio de rostro
después de tanto adiós.
¿una renuncia? ¿a lo indómito?,
¿a lo indecoroso?, ¿ a lo amado?

Tú no pudiste,
tal ves yo.....

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